“Las estatuas ecuestres, como la del emperador Marco Aurelio cubierto con un manto y su característica cabellera rizada (su reinado se prolongó desde 161 a 180 d.c), que durante tantotiempo estuvo expuesta en el Capitolio de Roma – en la actualidad ha sido sustitida por una copia- venían a hacer visible y palpable la metáfora del gobierno como ejercicio de equitación. El monumento ecuestre fue resucitado en la Italia renacentista, afirmando su autoridad sobre la plaza en la que fuera erigido, lo mismo que el príncipe la ejercía sobre sus dominios. A partir del siglo XVI, esos “jinetes de bronce”, como los llamaba Alexander Pushkin, se difundieron por toda Europa: la estatua del gran duque Cósimo de Medici en la Piazzo della Signoria de Florencia, las de Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV en París, las de Felipe III y Felipe IV en Madrid, la del “Gran Elector” Federico Guillermo de Brandenburgo (que reinó de 1640 a 1688) en Berlín, etc. Esta recuperación de la tradición clásica, como la de llamar nuevo Alejandro o segundo Augusto a príncipes de poca monta, constituía una referencia más a la tradición clásica.” (1)
Ironía de la historia o influencias de familia (los Alvear, al decir de Félix Luna, es una de las pocas familias de la burguesía porteña con verdaderos antecedentes aristocráticos) lo cierto es que el principal monumento de Buenos Aires, obra cumbre del escultor Emile Antoine Bourdelle, uno de los monumentos ecuestres más importante del mundo, está consagrado a perpetuar la memoria de Carlos María de Alvear, personaje por lo demás polémico (sobre todo por su enfretamiento en la Logia Lautaro con el general José de San Martín) y que no se destacó precisamente por sus destrezas o virtudes militares.
Este monumento se inauguró el 16 de octubre de 1926 por el presidente Marcelo Torcuato de Alvear (nieto de Carlos María) en la plaza Intendente Torcuato de Alvear que forma parte del sistema de espacios verdes de Plaza Francia. “El conjunto se halla integrado por dos plataformas concéntricas a las que se sube por escalinatas. En su centro se levanta un prisma de granito lustrado, que hace de núcleo central. Cuadrando sus esquinas aparecen las cuatro figuras simbólicas (La Fuerza, La Elocuencia, La Libertad y La Victoria) que, como dicen Ionel Jianou y Michel Dufet: “Cada una expresa en una síntesis perfecta, el símbolo que representa. Es la fuerza concentrada, la intensidad y el rigor del pensamiento escultural, que le confiere la grandeza”. Son figuras de majestuosa serenidad que trasuntan en su expresión, la fuerza interior de lo que simbolizan. Esta intención se repite en la magnífica figura ecuestre que corona la cúspide. El procer, en sereno pero decidido gesto, parece tanto alentar a sus tropas como saludar a la posteridad, mientras con su mano izquierda sujeta firmemente el brioso caballo.
El monumento con sus figuras principales cubiertas con paños blancos, se destacaba en la altura, entre el inmenso gentío, mientras en la explanada principal de la nueva obra tomaron colocación el Presidente de la República – Don Marcelo T de Alvear- y su esposa, Da Regina Pacini, el Vicepresidente, D. Elpidio González, los ministros del Poder Ejecutivo y demás invitados. Una verdadera muchedumbre, llenó los jardines de la Recoleta...” diría el diario “La Nación” al siguiente día de la inauguración” (2)
Emile Antoine Bourdelle fue propuesto como escultor de este monumento por Rodolfo Alcorta, amigo de numerosos artistas extranjeros, entre los que se encontraba el escultor mencionado. La obra fue propuesta entre 1900 y 1912, año en que se encargó el monumento a Alvear. El artista trabajó intesamente, siendo concebidas en esa etapa las obras “Heracles Arquero”, el busto de Rodin y el “Centauro Moribundo”. El ejército criticó al artista por representar a Carlos María de Alvear sin sombrero, a lo que este orgullosamente contestó: “Mi general es un héroe. Perdió su sombrero en el ardor de la batalla”. El escultor trabajó en esta obra durante más de diez años, en ese período realizó Bourdelle mas de cincuenta esculturas de estudio. Las estatuas simbólicas tuvieron numerosos cambios; a veces fueron representadas de pie y otras veces en posición sedente. Para darle a la escultura ecuestre una dimensión lo más realista posible, el escultor concibió el sentarse al lado del cochero, para dibujar los caballos desde arriba. Emile Antoine Bourdelle nació en 1861 en Montauban (Francia), en 1876 obtuvo una beca para estudiar en L' Ecole des Beaux Arts de Toulouse, en 1884 formó parte del ateliere de Falguiere, fue alumno de Rodin y en 1888 concibió la serie de retratos de Beethoven.
La Buenos Aires artística puede enorgullecerse de este monumento, más allá de lo que podamos opinar del hombre homenajeado.
Por Miguel Ruffo
NOTAS:
(1) BURKE, Peter; “Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico”, Crítica, Barcelona, 2005, p 85.
(2) SANTAELLA, Eduardo J.; “Esculturas de Buenos Aires”, National Lead Company, S.A., Bs As, 1972, pp 70-73.