Perfume de mujer

1828: de perfumes y peluquerías de damas

Los avisos daban cuenta, en 1828, del esmero y dedicación de las porteñas con su acicalamiento. La cosmética de entonces y la hermana de Rosas.

Seguramente un día, algún buen lector de viajeros y memorias de Buenos Aires y de nuestro país, nos hará una compilación de cómo vieron en los siglos XVIII y XIX a nuestras mujeres. A modo de adelanto podemos afirmar que la gran mayoría se deshizo en elogios, y algunos deslizaron otros sorprendentes, como un británico que llegó a Buenos Aires con las invasiones y fue trasladado a Luján, donde vio entretenerse a muchas señoras... despiojándose por la tarde al sol.
En la La Gaceta Mercantil del 1º de abril de 1828 se anuncia bajo el título “INTERESANTE. Al bello sexo" que ·en la calle Cuyo (Sarmiento) Nº 100, se venden botellas de agua para el tocador, compuesta de los más exquisitos extractos de flores, hecha por una receta recibida de París y últimamente en Lima: destruye el paño, y pecas como las espinillas, barros y demás enfermedades cutáneas: da a la tez el perfecto blanco, resaltando el color natural de las mejillas, entre rosas, suavizándola y poniéndola tersa. Usada en el rostro, pechos, y brazos, se consiguen las ventajas expresadas sin que haya precisión de guardarse del aire, ni de otras precauciones: su olor aromático y agradabilísimo. El autor se lisonjea, que las personas que hasta ahora le han honrado con su confianza, no han podido menos que elogiar las virtudes de este específico”.

Del mismo día es este otro aviso: “Al bello sexo. Se acaba de surtir la peluquería que sita en la calle de la Paz No 19, con diferentes obras de pelo v.g. añadidos, bucles, &, a la última moda y el mejor gusto. También flores artificiales, aceites y pomadas superiores a precios moderados. Y se trabajan pelucas a la Romana, para hombres casquetes de resortes a la francesa. El Profesor se lisonjea que los Señores que gusten ocuparlo, serán servidos con el esmero y prolijidad posible”.

La lectura de estos avisos nos lleva a buscar explicaciones en nuestras lecturas. Seguros de que Lucio V. Mansilla nos las puede ofrecer, en sus “Memorias” encontramos estos comentarios: “La limpieza era en mi madre algo así como la obsesión de la pulcritud. Si el agua dulce no abundaba, su ingenio la suplía... No era mi padre muy amigo de los perfumes. En esto no conjugaba del todo el mismo verso con mi madre que sahumaba y sahumaba. Ella no padeció jamás de la cabeza. El sí. Algunas veces solía decir: ¡Que fuerte está esto! La casa, en efecto, los muebles, la ropa, interior y exterior, todo, estaba saturado de alhucema, de benjuí, de pastillas del Perú, de pebetes, de mezclas de todas clases, e anda mais, de muchas flores, rosas y junquillos, claveles y violetas, nardos y jazmines, aromas y azahares, cedrón y cedrían...”.

José Mármol describe en su novela “Amalia” de este modo a la hermana de Juan Manuel de Rosas: “Doña Agustina Rozas de Mansilla fue la mujer más bella de su tiempo, es necesario que escriba la crónica contemporánea, para que algún día lo repita la historia de nuestro país, fiada en la libertad de escritores independientes e imparciales, y de bastante altura de espíritu para descender a animosidades pequeñas por afiliaciones de partido o de creencias políticas”. Tranquilo, don José, como ve la posteridad le hace honor a su retrato de la dama, junto con el que hiciera Fernando García del Molino y que ilustra esta nota.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación
Fuente: La gaceta Mercantil

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