Ricardo Delafuente Machain, sus estudios genealógicos


Por: Eduardo Alberto Sadous  

Miembro de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta 
No es menuda tarea la que me ha encomendado la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta: la de referirme a los estudios genealógicos de don Ricardo de Lafuente Machaín. Porque nuestro biografiado es por definición historiador y genealogista o genealogista e historiador según el orden que nos guste asignarle a sus actividades de investigación, en las que la genealogía ocupa un lugar primordial. 

Don Ricardo Gregorio de Lafuente Machaín nació el 4 de enero de 1882 y falleció el 9 de marzo de 1960. Su vida abarcó un extenso período que fue el de mayor brillo histórico de nuestro país. Vio la luz en el hogar de don Francisco Félix de Lafuente Matos y de doña María Estela Machaín Decoud bajo la Presidencia de un ilustre patriota al que hoy se quiere demonizar: el Teniente General Don Julio A. Roca y cerró sus ojos durante la Presidencia de otro gran argentino, quizás el último estadista que ocupó la Presidencia de la Nación, el Doctor Don Arturo Frondizi. Sus abuelos fueron don Pedro Eleuterio de Lafuente Pérez, nacido en Buenos Aires el 18 de abril de 1824 y fallecido aquí el 3 de julio de 1893, y su esposa Doña Marcelina Matos Gómez Camaleño, y Don José Gregorio Machaín Zavala, nacido en Asunción del Paraguay el 16 de febrero de 1809, en el Virreinato del Río de la Plata, y fallecido en Buenos Aires el 19 de octubre de 1886, y Doña Cándida Decoud Berazategui. 
Entroncaba por sus abuelos maternos con viejas raigambres paraguayas como los Calcena, de los Santos y Arregui. Es interesante recordar que el primer Decoud americano fue Juan Francisco De Coud, nacido en el  Reino de Cerdeña en 1739, quién se radicó en el Paraguay. 
El amor que nuestro recordado genealogista sentía por el pasado ilustre de su familia se volcó en sus estudios genealógicos. De su incesante labor dan fe sus sucesivos estudios en la materia. Así, en 1926 aparece Los Machaín, en 1927 Antecedentes americanos de la Casa Primo de Rivera, en 1929 Los Sáenz Valiente y Aguirre y también Los Saavedra durante la Colonia,  en 1931 Los Portugueses en Buenos Aires. Siglo XVIII, en 1934 Los parientes del Beato Padre Roque González de Santa Cruz y en 1941 Los de Lafuente. Todos ellos importantes aportes a la ciencia genealógica que en esas épocas comenzaba a conformarse con los caracteres científicos que tiene hoy en día y dejaba de ser satisfacción de necias vanidades a las que muchas veces se sacrificaba la humilde verdad, disfrazándola o tergiversándola. 
Es interesante aquí citar a don Ricardo quién decía al respecto; “Pero la nueva orientación dada a los estudios históricos, científicos y sociales durante el siglo anterior y reafirmada en lo que va del presente, ha puesto de relieve la importancia que tienen los antecedentes de familia y la herencia, en la formación espiritual de los individuos, así como también para el diagnóstico de sus enfermedades, y en el orden 
social el conocimiento de la característica que preside la formación de los grupos”. 
Esta característica científica de los estudios genealógicos se consolidó en nuestro país a partir del 10 de noviembre de 1940 cuando se fundó el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, integrado por Adolfo Alsina, Carlos Calvo, Alfredo Díaz de 2 Molina, Jorge de Durañona y Vedia, Jorge y Miguel de Escalada Iriondo, Tomás J. de Estrada, Enrique de Gandía, Vicente Ignacio Martínez, Miguel Ángel Martínez Gálvez, Manuel Mujica Láinez y Ricardo W. Staudt, institución que a través de casi 70 años de incesante labor ha venido desarrollando  y profundizando los estudios genealógicos en nuestra Patria, a través de 34 revistas, 256 boletines y varias otras publicaciones documentales. Entre esa pléyade de grandes historiadores y genealogistas se destaca entre los precursores la figura de Don Ricardo de Lafuente Machaín quien decía que “la genealogía en el orden privado también puede producir resultados benéficos para nosotros, pues el mejor conocimiento de lo que fueron e hicieron nuestros mayores, contribuiría a robustecer vínculos entre personas cuya comunidad de origen les da cualidades y tendencias  que las predispone para que unidas prolonguen la función de “célula vital” que  tuvo la familia en nuestra sociedad, según la acertada denominación usada por el erudito escritor uruguayo D. 
Luis Enrique Azarola Gil, institución que en el momento actual sufre una crisis, pues se ha perdido todo contacto entre las personas de un origen común”. Esto lo escribía Lafuente Machaín en 1929. Pensemos que diría hoy cuando no sólo la familia sino hasta la Patria común parece encaminarse ciegamente a un precipicio. 
Investigador incansable, mantuvo correspondencia con párrocos españoles, con investigadores e hispanistas, hurgó en polvorientos archivos y volcó estas investigaciones en las obras que antes mencionamos. Obtuvo numerosos reconocimientos y así fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, de Madrid, de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía y de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México. Asimismo, fue designado Académico de Honor de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias y Artes de Cádiz y Académico Protector Correspondiente de la Real Academia de Declamación, Música y Bellas Artes de Málaga. Los Gobiernos de España y del Perú lo condecoraron respectivamente con la Orden de Isabel la Católica y la Orden del Sol. 
Podríamos referirnos durante horas a la labor genealógica de don Ricardo de Lafuente Machaín. Creo sí que debemos recordar lo que escribió en 1926 en su obra Los Machaín: No significa esto (la publicación) que el material esté agotado. 
Seguramente si alguno de nuestros sucesores desea ampliar la obra podrá agregar nuevos datos”. Esta frase define cabalmente a los estudios genealógicos y, en general, a gran parte de las investigaciones. Siempre pueden encontrarse nuevos documentos que completen o, a veces, modifiquen lo que parecía definitivo. Con esa modestia debemos manejarnos los investigadores y con esa modestia se condujo en toda su vida Lafuente Machaín. Ello es lo que lo hace grande, grande en el campo de la historia y grande entre los precursores de la genealogía en la Argentina.

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